CONDUCTA. ÚLTIMO FILME CUBANO

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Chala llegó a mi vida de la misma manera en que introdujo sus pocos enseres en la mochila de clase para ir a la escuela de Conducta.

He tenido que visionar en dos ocasiones la última realización del cineasta cubano, Ernesto Daranas, Conducta. Gracias a las XI Jornadas Técnicas de la Cátedra Gonzalo de Cárdenas de Arquitectura Vernácula; Chala pudo venir en mi maleta.Imagen

Y en mi retina imborrable la mirada perdida en el tiempo de Carmela que ha envejecido con el paso del tiempo, de la misma manera que lo ha hecho La Habana, lugar donde transcurre el filme.  Magistral interpretación de Alina Rodríguez.

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Una ciudad envejecida por el tiempo, una pátina agrietada que se impregna tanto en la arquitectura como en las arrugas cansadas por una lucha incesante de Carmela, la maestra que traspasa las puertas del aula para orientar al alumno hacia una vida llena de valores, de la que no hablan los libros.

La amistad, el amor, el compromiso para con quien nos cuidaron y ahora cuidamos, visto desde la óptica de los niños, conjugan una visión universal, que se pierde desde los tejados de La Habana desde donde se mira la libertad y el horizonte, y a ras del suelo donde lo intransitable del terreno llevan al espectador a los episodios más viscerales de una vida llena de obstáculos.

La mirada de un niño de 11 años, Armando Valdés Freire, que no es actor, sino que se buscó entre las escuelas de La Habana para encarnar el papel del protagonista, buscan en cada rincón lo más inusitado. Una edad prematura para entender el efecto de las drogas y el alcohol adherido a la vida de su madre, personaje que encarna  Yuliet Cruz. Ignacio. Un padre que no es padre, y que sobrevive a través del adiestramiento de perros para la pelea protagonizado por, Armando Miguel Gómez.

El envejecimiento de los lugares, de la población, la fuga de los moradores de una ciudad apagada en el tiempo, son perseguidos por la figura de la muerte, latente durante todo el filme a través de las peleas de perros, la muerte de Calixto, y la frágil salud de Carmela, que para cuando ella no esté, la educación dentro del aula versara únicamente sobre el tratado de unos libros viejos arrugados por el tiempo.

Un reconocimiento sin parangón a la labor de los buenos maestros, aquellos que a un lado u otro del Atlántico hemos ido perdiendo con el tiempo, propiciados por una sociedad  con pérdida de valores.

También hubo espacio en el largo para incluir unas pinceladas a la religión, refugio de muchos cubanos que bajo la clandestinidad siguen rindiendo culto, en una búsqueda de esperanza.

Si a lo largo de los 100 minutos de duración de la película el espectador no es capaz de reconocer el rescate de valores en una sociedad sin cambios entristecida por el paso del tiempo, el sincretismo religioso desde el silencio, el compromiso afectivo de una hijo para con su madre, o el reconocimiento ejemplar de la maestra dentro y fuera de la escuela, entonces; «…no has aprendido nada.»

Dr. Orlando Gutiérrez Rodríguez / Periodista

Fotografías de: Edgar Brielo

CONDUCA. ULTIMO FILME CUBANO

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