Y la muerte asechaba
detrás de las puertas.
Entró sin pedir permiso.
No hizo falta generar oscuridad, porque
se coló en el silencio de la noche.
¡Una cerveza por favor!
Quizás la última.
Una charla inconexa;
la desconexión con el mundo real.
Y el calor mató el frío.
Un día de verano en invierno.
Subió las escaleras,
y se coló sutilmente.
Sin ruido.
Sin cerrar las puertas.
Sin despedirse.
No miró atrás, porque volvía mañana.
Cruzó la calle.
Montó en su coche.
Y se perdió en la oscuridad de la noche.
Y pasaron los días,
y cuando la memoria lo trajo
regresó.
A buscar la sonrisa
después del cierre de la noche.
Y volvió a estar entre nosotros.
En la memoria.
En el recuerdo.
En las anécdotas absurdas
del viaje imaginario
que nunca hizo.
Cerró la puerta de su consulta
para siempre.
Comenzó el gran viaje.
Llegó el tiempo de volar.
Se desmelenó.
remangó sus pantalones.
y me imitó calzando unas largas botas.
Cerró su agenda.
Ya no había más compromiso
Que volver:
cada noche en blanco,
cada navidad,
cada noche;
cuando se cierran las puertas.
No ha marchado para siempre
porque queda en nuestra memoria.
Ahora desde el lugar de las ilusiones
observa con atención.
Y de vez en cuando,
se colará de nuevo
Entre nosotros.
Dejándonos la sonrisa,
como cada noche.
Planificando esa aventura,
ese viaje sin fronteras.
Donde se unen todos nuestros
pensamientos.
Allí, donde la dama de negro te soltó.
Es el universo de tus fantasías.
Es el comienzo de un gran viaje,
sin retorno.
Pero con un nexo común con nosotros
a través del recuerdo.
Cada día,
cuando el ruido rompa el silencia de la noche.
Cuando caigan persianas y cerrojos.
Volverán las noticias
del gran viaje.
Una señal que viaja
Por el universo,
a través de:
tus recuerdos.
Tus amigos de La calle El Juego. La Laguna
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